Llevo la mitad del camino recorrido y creo que la vida me ha
colocado en una situación poco feliz. No soy suegra ni nuera. Pero sí
soy mamá de tres varones, por lo tanto
seré tres veces arpía. A la luz de los hechos, esto es claramente una
posición desafortunada. No es mi intensión ponerme en el papel de
mártir, pero se cae de maduro que voy en camino a ser una víctima más de
esta sociedad maltratadora y prejuiciosa de suegritas macanudas.
Es verdad que las suegras pueden volverse un poquito posesivas, sobre
todo con las novias que pisan fuerte. También es cierto que en algunos
casos son como perras que marcan el territorio dejando en claro lo que
es obvio, que ellas concibieron a ese hijo, por lo tanto lo consideran
propio. Podría suceder que alardeen sobre sus pilares (la carne al
horno, la torta de nuez, el pespunte o el vademécum mental), pisoteando
de esa manera a la pobre novata que nunca descongeló una hamburguesa ni
tiene idea para qué se usa la crema de árnica. Todo esto puede ser
cierto, pero evidentemente el gran problema acá, son las nueras.
En su mayoría, son todas un amor… bahhh, aparentan ser corderitos, pero
esos colmillos claramente las delatan. Son intrusas que solo quieren
entrar en la familia con el pie derecho y utilizan las viejas artimañas
de ayudar a poner la mesa, limpiar los platos, caer con una torta de
ricota y siempre, pero siempre, se sientan con las piernitas pegaditas
en señal de buena educación. Ufff, si sabré de músculos tensionados en
la zona de las rodillas…
Las nueras, esos bichitos tan angelicales, pueden no ser ningunas
santas. Ellas saben bien lo que quieren y juegan estratégicamente esta
guerra que, de tan femenina que es, se vuelve imperceptible inclusive
para el mismísimo hombre galardón. Las nueras se mueven con delicadeza.
Saben esperar. Dejan que la suegra piense que ha ganado la primera
batalla porque saben que tienen todos los ejércitos agrupados para el
contraataque. Primero se compran al suegro, paso fundamental para tener a
la reina en jaque, e inmediatamente después comienzan con el temita de
la orina para marcar el territorio oportunamente delimitado por la
suegra. Si tienen la astucia suficiente, juegan la carta más delicada,
el papel de víctima: “Tu mamá no me quiere, es obvio que la prefiere a
Flor.” Ellas saben que sus lágrimas son kriptonita y que, usadas con
habilidad, logran poner todas las fichas a su favor.
Antes de
concluir esto que vengo a decir, voy a contar mi experiencia.
Lamentablemente fue una experiencia demasiado cortita y la manera en la
que la extraño a mi suegrita macanuda es descomunal. Pero voy a decir
que mis comienzos no fueron de ensueño. Y, nobleza obliga, asumo por
completo la culpa ya que mis inseguridades se imponían sobre la razón…
(Bahhhh... hablemos con propiedad, vamos a decir las cosas como fueron)
Yo creía que peleaba contra ella por el amor del mismo hombre. ¡Una
absoluta ridiculez!
Por eso, si sos nuera te pido que no pelees. No se trata de una
guerra ni de un triunfo. Él no es una medalla, sino que será hijo de
ella siempre y será tu hombre si las cosas se dan. Y si no se dan,
entonces tampoco se trataba de un monumento por el cual había que
desangrarse.
Y... ya que estamos, aprovecho para dejar un
mensajito. Si el día llega en que yo sea suegra y mis nueras leen esto,
quiero decirles que seguramente las quiera mucho, pero... ¡ojo! Chiquis,
yo también fui nuera. Sepan que no les tengo miedo. No me doy por
vencida facilmente y peleando soy el gallo de la derecha...
¡Todo sea por la fraternidad y la unión familiar!
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