Por las mañanas al levantarnos, y por las noches al acostarnos, coloquémonos delante de un espejo; fijemos nuestros ojos en el entrecejo de la imagen que tenemos al frente y contemos mentalmente diez, al mismo tiempo que hacemos una aspiración larga.
Esta aspiración debe durar hasta la cuenta acordada. Después, siempre con los ojos fijos en el entrecejo, espiremos contando también diez. Repítase este ejercicio aumentando la cantidad hasta que contemos cuarenta en una sola aspiración; concentremos el pensamiento en la idea de adquirir mirada magnética.
La mirada magnética produce una especie de corriente que transmite nuestro pensamiento a las demás personas. El punto más vulnerable a donde podemos dirigir nuestra mirada cuando queremos influir en alguna persona es el entrecejo, si está a nuestro frente, o en la nuca, si está de espaldas. Concentrémonos en idea de lo que queremos; hágase una aspiración prolongada; reténgase la aspiración y demos la orden; después espirar con tranquilidad.
Repitamos la operación una y otra vez, procurando que el interesado no se dé cuenta de lo que hacemos, hasta que seamos obedecidos.
Es de recomendar no darse por vencidos si una o dos veces no conseguimos lo que queremos. Si se persiste con confianza, una confianza absoluta de que tenemos el poder de influir en tal persona, es también absolutamente seguro de que lo lograremos.
Si estamos en un teatro u otro lugar similar, concentraremos nuestra mirada en la nuca de la persona que está delante de nosotros. Al concentrarla, aspirando y espirando de la manera que lo hemos hecho en los ejercicios anteriores, daremos la orden mental de que esa persona debe volver la cara hacia nosotros. Insistamos en la orden, haciéndola cada vez más imperativa, hasta que logremos lo que queremos. Poco importa que la persona se resista una o diez veces.
Insistamos. La insistencia nos dará la victoria.
Esto mismo también lo podemos hacer en los paseos y calles.
Escojamos una persona del sexo opuesto en un principio, pues resulta más fácil la influencia, y fijemos la mirada en su nuca, al mismo tiempo que damos la orden mental.
Cuidemos de hacer esto cuando ninguna otra persona se interponga entre nosotros y nuestro sujeto, pues de lo contrario se corta la corriente y será difícil obtener resultados satisfactorios.
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